¿Qué
es ciencia?
Para
poder ofrecer una definición lo más general y lo menos sesgada posible sobre lo
que es ciencia he hecho lo que cualquier buen investigador haría: documentarse a
través de diferentes vías para poder enfrentarse a la escurridiza tarea de
conceptualizar. En este sentido, me he basado en cuatro definiciones, no del
todo similares entre sí, aunque, evidentemente, con características compartidas,
procedentes desde diferentes campos del saber, con el objetivo de extraer las
líneas comunes que brinden, como he dicho en la primera línea de mi relato, una
definición general y rigurosa del concepto “ciencia”. La Real Academia de la
Lengua por un lado[1],
el manual básico de Sociología de Anthony Giddens por otro[2],
la entrada de blog de César Tomé[3]
como tercer recurso, y los artículos de Ruy Pérez y de Alfieonseca[4]
seleccionados para este ejercicio como cuarta y quinta herramienta bibliográfica,
permiten, en tanto, hablar grosso modo de conocimiento(s),
sistematización, datos, análisis y observación empíricos, así como de la valoración
lógica que puede elaborarse a partir de los resultados.
A
la luz de esta reflexión con carácter de mínimo común denominador, podría así indicar
que, en mi opinión, la ciencia es:
un conjunto de conocimientos adquiridos
mediante el método científico (esto es, la observación empírica y el
razonamiento), sistemáticamente estructurados, que pueden ser comprobados y/o reflexionados
experimentalmente y (re)formulados en tanto que leyes generales susceptibles de
revisión.
En este punto, podría ya detener mi conclusión, punto en el que puedo decir haber alcanzado el objetivo de la tarea a realizar, pero, aún a riesgo de ser
irreverente y no ser leída por rebelde, quisiera subrayar algunas contradicciones
que he experimentado en la lectura de los textos recomendados para la primera
tarea del curso.
En
primer lugar, quisiera señalar que la definición de Ruy Pérez me ha planteado
algunos problemas epistemológicos con respecto a las nociones de “búsqueda de
la verdad” y de “entendimiento de la naturaleza”, así como de lo que ha de ser un buen científico/una buena científica.
En
la primera de las dos expresiones, la de “la verdad”, experimento cierta inquietud
porque, si su definición es tomada con absoluta literalidad, resulta
tremendamente complejo decir cuál es el objeto de interés de la ciencia, en el
sentido de que decir “naturaleza” implicaría la alusión a muchísimas cosas muy
diferentes: desde el «origen que alguien tiene según la ciudad o país en que ha
nacido» (fig. 7) hasta el «parentesco o
linaje» (fig. 16)[5],
solo hay que remitirse a las 16 acepciones que ofrece el Diccionario de la RAE
para hacerse una pequeña idea de lo engorroso de su definición, algo que entorpece
una de las propiedades, en mi opinión, fundamentales de la actividad
científica: el rigor. A la luz de dicha consigna, del mismo modo, quedarían
también fuera del ámbito de interés de la ciencia la naturaleza humana, la Sociedad y el pensamiento,
lo que discrimina como actividades científicas aquellas que se ubican en el
plano de las ciencias sociales y humanas.
Asimismo,
otra de las contrariedades que destacaría de dicho artículo deviene cuando el
autor determina su segunda expresión conflictiva, esto es, que «la ciencia es
una búsqueda de la verdad […]». Así, tomando de nuevo su definición con
absoluta literalidad, el concepto de “la verdad” resuena quizá particularmente
categórica, prescriptiva y parcial, pues parece dar a entender que la verdad
tiene un solo criterio, cuando, a la luz las teorías de la verdad, se podría
argumentar que esto no es así. En este sentido, me atrevo a decir que para Ruy
serían científicos aquellos campos del saber que aplican criterios de verdad
empírica, lo que significaría dejar fuera de lo que es ciencia, una vez más, a las
ciencias humanas y sociales casi en su conjunto.
En tercer lugar, y enlazando con la segunda contrariedad de la que hablo arriba, no quisiera acabar esta disertación sin apuntar que los dos
textos propuestos para la elaboración de este ejercicio me han hecho
reflexionar mucho en torno al tema del corpus androcéntrico como
paradigma dominante y discriminatorio en el ejercicio científico, cuya
preeminencia estaría sirviendo para seguir perpetuando cierto sesgo machista en
el campo del saber y de la ciencia, sesgo que percibo de forma inconsciente en
los textos de ambos autores.
En
el caso del texto de Ruy Pérez, porque su definición de “buen científico”
resulta, cuando menos, inverosímil si se consideran los espacios que las mujeres ocupan en realidad en la Universidad. Para empezar, es importante señalar que un porcentaje amplísimo de mujeres investigadoras habita una situación incómoda por el hecho de ser mujeres, debiendo mantener en algunas ocasiones un importante esfuerzo por realizar una carrera científica, fragmentadas por una lado por la incómoda
posición que encarnan dentro de la coyuntura actual de la Academia, mediada esta por las necesidades del circuito de
evaluación del desarrollo profesional, y, por otro, por sus propias condiciones vitales bajo los espacios definidos por el mandato de género (en especial, el de la maternidad y el cuidado). Si, tal y como afirma Pérez, casi todos los individuos que no se dediquen en cuerpo y alma a la
investigación, o, en su defecto, que no investiguen dentro de un laboratorio, son malos
científicos[6],
un amplio sector del campo investigador quedaría encuadrado fuera de la definición de "buen científico", consigna que estigmatizaría y perjudicaría notablemente a las personas cuya
actividad se desarrolla fuera del laboratorio– y, tal vez, incluso fuera de la Universidad-, y
que aparece fragmentada en diferentes ámbitos del saber (por ejemplo, entre la
investigación, la divulgación y/o la docencia universitaria, en mi opinión, vías
alternativas pero igual de válidas para la búsqueda y la generación de conocimiento).
Del mismo modo, aquellos individuos cuyo tiempo habría de repartirse de manera
heroica entre la investigación y la vida personal y el cuidado; o aquellos que investigan por placer en su tiempo
libre, situaciones que, por lo general, suelen protagonizar con más frecuencia las mujeres, cuya etapa formativa hace coincidir la época óptima de procreación con la etapa más importante de entrenamiento científico, los sujetos que protagonizan estas situaciones quedarían relegados, según este autor, de forma opresiva e irremediable,
al saco de los “malos científicos”. Esto tampoco es muy riguroso, y quizá esa
falta de rigor explique en cierto modo, aunque creo que hay muchos más factores
que intervienen en la construcción de esta realidad, la escasa presencia de
público femenino en el ámbito de las ciencias científico-tecnológicas, así como la disminución del ingente femenino a medida que la escala profesional aumenta[7].
En
el texto de Alfonseca, en cambio, el sesgo es todavía, en tanto que más formal,
más evidente. En este sentido, quisiera resaltar que su lectura de la
epistemología feminista como un ataque a las bases fundamentales del
conocimiento podría tacharse, cuando menos, de desacertada. Este autor señala
como «movimiento anticientífico» y de riesgo para el desarrollo del discurso
científico actual la posición del feminismo radical, cuyo reclamo trata. Según su
interpretación, de “destruir la ciencia y empezar de 0 para darle un carácter más feminista”[8]
al conocimiento científico y a su desarrollo histórico. Esa interpretación resulta interesada y
parcial, y, además, desprende un profundo desconocimiento de lo que es la
epistemología feminista y de lo que es el feminismo radical -relativo a la
raíz, no extremoso ni intransigente-, un campo del pensamiento desde el que, a
la ciencia, se le piden cosas tan poco extremas como una revisión reflexiva de
los postulados científicos y de los ámbitos de atención de la ciencia, así como
de su propia historia que, aparecería, en todos los casos protagonizada por
hombres y dirigida y centrada hacia ámbitos de saber y de interés masculinos. En
tanto, considero que no contemplar la reflexividad inherente a la epistemología
feminista, cuya revisión filosófica resultaría en este punto de la historia de
la humanidad imprescindible para una comprensión, generación y reflexión
rigurosa de la ciencia como conocimiento del mundo libre de sesgos, distorsionaría
principalmente dos de los principios en la definición de ciencia que he
adoptado en este ejercicio: la reflexividad experimental y la refutabilidad
revisable.
Así,
al hilo de esta última deliberación, y para finalizar ya la reflexión sobre
estos textos, me gustaría decir que considero que, desde la filosofía y la teoría
del pensamiento, podría ser en cierto modo sostenible que el discurso de la
Ciencia, tal y como la definen Ruy Pérez y Alfonseca, posee una necesidad de
auto-posicionamiento como axioma de privilegio en la cultura occidental y
capitalista, que enlaza el conocimiento con el poder. Por ello, desde la
reflexión sociológica sobre los procesos de construcción del relato científico y de sus campos de interés, en tanto que el modelo dominante premia el método frente a la reflexividad, considero
que sería positivo proponer la adopción de una postura crítica ante las
pretensiones prescriptivas de un corpus científico muy determinado, que
permitiese evitar el riesgo de una reproducción acrítica que, a su vez, nos llevase
a reformular ciertos paradigmas que funcionan como ejes de reproducción de
ciertas estructuras de poder y de intereses políticos, económicos, ideológicos
y sociales externos e internos a la misma generación científica. Porque ello, perjudicaría dar una definición sobre qué es la ciencia de forma lo más asequible y aséptica posible. La cuestión de
la institucionalización del poder en el ámbito científico, que aparecería en
forma de incoherencia argumental en el texto de Manuel Alfonseca[9]
a pesar de su nada sutil defensa de una ciencia libre de condicionamientos
políticos, permitiría reflexionar si la lucha política puede
ser también un elemento a tener en cuenta en los procesos de generación del
conocimiento y en la aplicación del método científico, desde donde, inevitablemente,
ser darían ciertas variaciones en la práctica científica, que, posteriormente, influirían
en una definición integradora de qué es la ciencia.
Por todo ello, me gustaría decir para acabar que me temo que no es de extrañar que Alfonseca considere la
epistemología feminista como una amenaza, pues la reivindicación de dicha
epistemología, en su demanda de superación de la cultura androcéntrica como límite
infranqueable del proceso de producción del conocimiento, impulsa un ejercicio de reflexión sobre los límites del poder, lo que podría alterar la posición
hegemónica que las ciencias duras tienen en las sociedades capitalistas. Esta
cuestión, por mucho que los autores que hemos trabajado aquí traten de
silenciar o ensombrecer, no resulta una cuestión menor, y me atrevería a señalar
que se precisa urgente en la elaboración de una definición de ciencia que no discrimine.
De lo contrario, sin la incorporación de la mirada de género (junto a la mirada crítica de clase y la episteme decolonial), la ciencia occidental
no podrá definirse a sí misma como rigurosa en el estudio y explicación de los
fenómenos asociados al conocimiento contemporáneo del mundo material, del mundo social y del
pensamiento en su conjunto. No es casual, en tanto que la historia de la ciencia es también en
cierta manera la historia de la desigualdad, que, en opinión de Alfonseca, la
democratización de la epistemología sea otro de los movimientos anticientíficos
contemporáneos que pondrían en riesgo el desarrollo actual de la Ciencia, aunque he de decir, que su noción de "democratización" es bastante espuria y, por tanto, otra vez, nada rigurosa.
En este punto, y al albur de todas estas consideraciones, de acuerdo con César Tomé, yo también considero que la
pregunta de “qué es la ciencia”, a priori sencilla, a posteriori
se disuelve como un azucarillo[10].
[1]
Según la primera acepción el
diccionario de la RAE, la ciencia sería un «[c]onjunto de conocimientos obtenidos
mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados, de
los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y
comprobables experimentalmente». En Diccionario de la Lengua
Española, https://dle.rae.es/?w=ciencia
[2] Para el sociólogo Anthony Giddens sin
embargo, la ciencia sería la “utilización de métodos sistemáticos de
investigación empírica, análisis de datos, elaboración teórica, valoración
lógica de argumentos para desarrollar un cuerpo de conocimiento acerca de una
determinada materia” (En Giddens, A. (2001). Sociología. Madrid:
Alianza, p. 38).
[3] Según Cesar Tomé, «Ciencia es la
búsqueda sistemática del conocimiento cuya validez no depende de un individuo o
época concretos y que está abierta a cualquiera que quiera comprobar sus
hallazgos o reproducir sus experimentos; esta búsqueda se enmarca dentro de un
escepticismo sistémico y organizado que parte de la base de que nuestro conocimiento
se fundamenta en modelos y que toda hipótesis es falsa mientras no se demuestre
(dentro de lo que el razonamiento confirmatorio puede) lo contrario». Tomé, C. (2016)
“¿Es el método científico un axioma?”, en Cuaderno de Cultura Científica de la UPV/EHUhttps://es.quora.com/Es-el-m%C3%A9todo-cient%C3%ADfico-un-axioma-C%C3%B3mo-definimos-un-axioma-C%C3%B3mo-se-puede-demostrar-que-el-m%C3%A9todo-cient%C3%ADfico-es-el-%C3%BAnico-m%C3%A9todo-para-generar-la-ciencia-moderna/answer/C%C3%A9sar-Tom%C3%A9-L%C3%B3pez?srid=ubvry
[4] «La ciencia es una búsqueda de la
verdad, el entendimiento de la naturaleza a través de la adquisición e
interpretación de información derivada de la observación y la experimentación»
Pérez Monfort, R. (1995). Reflexiones matutinas sobre la investigación
científica: viernes 10, 7:00. Madrid: Fondo de Cultura Económica, págs.
13-14)
Por último, Alfonseca dice de la Ciencia que estudia el mundo material y aquello con lo que puede experimentar para obtener confirmaciones o refutaciones -y sobre todo descubrimientos-, y coincide con Ruy Pérez en que su objeto de atención es "la verdad", en Alfonseca, M. (1999). “¿Progresa
indefinidamente la ciencia?” Mundo Científico, 201, pp. 61-67)
[5] En Diccionario
de la Lengua Española. Ibid.
[6] En Pérez Monfort, R. (1995) Ibid., p. 29.
[7] En 2016 el porcentaje de hombres
científicos que habían alcanzado el grado A de la carrera profesional investigadora
era de un 79%, mientras que el porcentaje de mujeres era de un 21%. En (2018) Informe
Científicas en Cifras. Estadísticas e indicadores de la (des)igualdad de género
en la formación y profesión científica. Madrid: Ministerio de Ciencia, Innovación
y Universidades, p. 66.
[8] En Alfonseca, M. (1999) Ibid., p. 67.
[9] El autor podría estar incurriendo en
una contradicción cuando, en el último apartado de su artículo, acaba aceptando
que, en ocasiones, la ciencia puede ser fruto de un proceso de reproducción de
cierto marco hegemónico y, por lo tanto, tal y como apuntaría Cicourel,
resultado de un consenso político que (como tal) determina la posición de los individuos
frente a los centros de poder. En Alfonseca, M. (1999) Ibid., p. 67.
[10] En
Tomé, C. (2016) Ibid.
Lo primero, muchas gracias por tomarte tanto tiempo para un ejercicio que no lo requiere formalmente: para "pasar" la asignatura con muchísimo menos estábamos apañados.
ResponderEliminarLo segundo, una justificación. El grupo es muy heterogéneo y loque para algunos es una trivialidad y objeto de profunda reflexión, para otros es (supuestamente) evidente, y cualquier reflexión les suena a pérdida de tiempo que podrían estar empleando en hacer esa ciencia por cuya esencia se quería animar a pensar aquí.
Y ya entrando al contenido, coincido en muchas cosas... y no. Me gustaría tener tiempo para conversar sobre el tema. Como término medio entre dedicarle la tarde a escribir y ndad, me voy a quedar con una sola frase: "... podría alterar la posición hegemónica que las ciencias duras tienen en las sociedades capitalista". Y la voy a contestar de forma un poco provocadora.
En mi opinión, lo que le da la posición hegemónica a las ciencias que la tienen es que funcionan. De hecho, la propia consideración sobre la "dureza" de las disciplinas la podríamos reformular en términos de su eficacia predictiva. Son duras las que predicen siempre y de forma precisa, y blandas las que predicen poco pocas veces. Ese "funcionamiento" (capacidad predictiva) es en sí mismo poder. Si se lo que pasará en diferentes circunstancias, puedo organizar las cosas para que ocurra lo que me interesa. Así sabré tirar una bala de cañón y acertar, o poner la música adecuada en el centro comercial para encrementar las ventas. Ese poder no se lo va a quitar la reflexión sobre los límites del poder o la inclusividad del proceso de generación de ese tipo de conocimiento (cosas que ojalá ocurrieran más, que no se me malinterprete).
Creo que al profundizar en estas consideraciones confundimos usos de la palabra "ciencia". No es lo mismo el proceso para la obtención de conocimiento que el conocimiento obtenido, y a ambas cosas le llamamos ciencia. Por eso intentaba yo diferencias ambitos de aplicación de la palabra con esa "tontada" de la definición vectorial de ciencia ( http://ccient.blogspot.com/2016/11/una-aproximacion-vectorial.html ).
En primer lugar, te agradezco profundamente que te hayas tomado la molestia de leer con interés y detenimiento mi extenso ejercicio. Quiero justificarme diciendo que fueron tantas las reflexiones que me venían a la mente durante la lectura de los textos indicados para este ejercicio, que no quise dejar pasar lo que podrían dar de sí. Sé que no era necesario para superar el ejercicio, pero sí que era necesario para mí, así que, de nuevo, quisiera agradecerte esa molestia por tomarte tiempo para hacer algo que, como tú mismo has dicho, era prescindible.
ResponderEliminarEntrando ya en materia, quiero subrayar que comparto tu defensa de la preeminencia de las ciencias duras a causa de su capacidad de predictibilidad. Los principios de eficiencia y eficacia sostienen las lindes de nuestro mundo contemporáneo, así que sería conforme que el conocimiento y la tecnología (en su definición más amplía) que se generen desde y para la actividad científica deba servir para sostener el funcionamiento de los hechos sociales a partir de datos que confirman hipótesis de partida. Supongo que es por ese mismo poder por el que las ciencias humanas y sociales se quedan siempre en una especie de limbo de la autoridad, especialmente en el caso de la sociología, cuyo objeto de estudio es impredecible en tanto que multivariante.
Sin embargo, discrepo con la idea de que una reflexión sobre los límites del poder no tenga por qué modificar o interferir los cauces científicos -aludiendo con esto, fundamentalmente al proceso- y su concepción de "la verdad", especialmente porque la mirada del científico, de alguna manera, puede en algún momento estar mediada por lo que entendemos por verdad o por lo que esperamos de ella, así como de los medios legítimos de los que disponemos para llegar a ella, por lo que se puede esperar o lo que se puede mirar, o, dicho de otro modo, por el imaginario/discurso normativo. Puede que esa reflexividad que a mí tanto me llama no le arrebate el poder del que dispone, pero podría, de algún modo, dejar en evidencia y cuestionar (al menos por un momento breve) esa especie de “absolutismo epistemológico” del que gozan en nuestra sociedad, lo que, a su vez, cuestionaría el propio proceso de obtención de conocimiento como consecuencia de esa reflexión.
Pongo algunos ejemplos de lo que quiero decir:
1.Un laboratorio está desarrollando un nuevo anticonvulsivo que palíe los efectos que sufren los enfermos y enfermas de epilepsia. Tras el diseño de un primer prototipo se procede a la medición de los datos de impacto del nuevo medicamento y de las evaluaciones del ensayo clínico que se realizará sobre personas. Si el biólogo que ha diseñado el medicamento no tiene en cuenta la incidencia que la enzima hepática CY P3A4, especialmente activa en las mujeres jóvenes, torna menos eficaces a los anticonvulsivos, y, asimismo, obvia las peculiaridades hormonales, anatómicas y metabólicas que hacen a las mujeres más sensibles a dicho fármaco, así como que la probabilidad de acusar efectos secundarios es en ellas entre un 50 y 75 por ciento mayor, ¿podría decirse que el nuevo anticonvulsivo es eficaz y está listo para su comercialización o más bien debe decir que es especialmente eficaz en casos de epilepsia masculina pero que en los casos de epilepsia femenina no lo es tanto? En realidad, si el resultado de la medición es una eficacia del medicamento en función del género, la aplicabilidad de “su tecnología” (el medicamento) podría ser cuestionada y, por lo tanto, el proceso de adquisición de ese conocimiento también.
ResponderEliminar2.Una empresa quiere lanzar un nuevo dispositivo de seguridad para automóviles. En las pruebas de choque de ese dispositivo, los test de seguridad se realizan sobre modelos que reproducen la anatomía de un varón occidental medio de constitución saludable. Tras las pruebas de calidad, la empresa infiere que el resultado final del dispositivo es más que satisfactorio para una mejora en la seguridad del coche, ya que el del test ha sido favorable en un porcentaje muy alto de los casos. ¿Puede decirse entonces que el dispositivo es seguro y que se puede iniciar un proceso de fabricación e implementación a mayor escala? o, por el contrario, ¿debemos decir que es seguro para un varón occidental medio de constitución saludable, pero que en el caso de que el automóvil vaya a ser adquirido por una mujer, un peruano o una persona obesa dicha seguridad queda en cuestión? Si el ingeniero que ha diseñado el dispositivo no tuviera en cuenta este tipo de variables, la aplicabilidad de la tecnología podría ser cuestionada en ciertos casos y, por lo tanto, el proceso de adquisición de ese conocimiento también.
3.Una organización no gubernamental que opera en el campo de la economía del desarrollo busca mejorar la vida de las mujeres a través de un programa de empoderamiento femenino en una comunidad del interior de El Salvador, una zona rural muy deprimida y castigada por la violencia de género. La ONG deduce que el nivel de desarrollo económico de esas mujeres es muy débil y que como consecuencia de esa limitación económica no gozan de las comodidades y adelantos que harían del trabajo del hogar un trabajo menos esclavo y sacrificado. Prácticamente todas trabajan dentro del hogar.
ResponderEliminarAsí pues, los expertos de dicha organización deciden que para mejorar la situación de esas mujeres, amas de casa en su mayoría, el proyecto de desarrollo debe ir encaminado a acondicionar los hogares lo máximo posible, de tal manera que a las mujeres les cueste menos tiempo y esfuerzo realizar las tareas domésticas, pensando que una simplificación de los procesos de trabajo repercutirá en su economía del tiempo y, por lo tanto, aumentará sus tiempos de descanso y esparcimiento y probablemente, como consecuencia de todo ello, también sus niveles de satisfacción. Diseñan el proyecto, elaboran un presupuesto acorde, acondicionan los hogares con todas las comodidades que han considerado imprescindibles (aislamiento, agua corriente, electricidad, electrodomésticos, cocinas totalmente equipadas…) y cuando, pasado el tiempo, realizan la revisión de impacto del proyecto, descubren que las lavadoras (producto estrella del programa) están sin utilizar en prácticamente el total de los hogares y que todo el dinero invertido en dichas máquinas ha sido malgastado, aun cuando suponía el monto más grueso del presupuesto.
Cuando preguntan a las “amas de casa” por qué las lavadoras no se han usado, las mujeres responden que a ellas no les gusta lavar en la casa, que prefieren ir al río, ya que ese rato de la colada es el único momento del día en que gozan de cierta sensación de esparcimiento y de relax, momento en que se reúnen con sus amigas y escapan del férreo control del sus maridos al que viven sometidas.
Si el economista que ha diseñado el plan de desarrollo hubiera tenido en cuenta otro tipo de variables y no hubiese funcionado solamente bajo la mirada eurocéntrica, construida a partir de una lógica del desarrollismo basada sobre determinados criterios de racionalidad y eficiencia económica, la aplicabilidad de “su tecnología” (a más desarrollo tecnológico más bienestar) podría ser cuestionada y, por lo tanto, el proceso de adquisición de ese conocimiento también.
Con toda esta chapa quiero decir que, como supongo que ya te habrás planteado en alguna otra ocasión, es muy difícil establecer definiciones generales de las cosas. Mis ejemplos tal vez no sean lo suficientemente ilustrativos (aunque te juro que en mi cabeza sí lo son) y puede que no sea tan obvio como para mí que cierta reflexión sobre la ciencia, sus paradigmas, sus valores y sus procesos también podría llevar a cuestionar el poder de la aplicabilidad del conocimiento de las “ciencias duras” sobre las “ciencias blandas” en tanto que, como pueden predecir el resultado, funcionan. Porque, entonces, si la justificación de la reflexividad como una manifestación política (en su sentido amplio) necesaria ante los posibles "huecos" del proceso científico no fuera aplicable al ámbito de las “ciencias duras”, entonces no podemos establecer definiciones universales para cualquier tipo de actividad científica con indiferencia de su origen, y, una vez más, hay que establecer diferentes criterios para las "ciencias duras" y las "ciencias blandas".
ResponderEliminarPD: Ojalá podamos encontrar un rato para seguir charlando del tema. Y ojalá sea de manera "presencial", porque eso supondrá que todo este drama del Coronavirus empieza a estar superado.