domingo, 12 de abril de 2020

ABAI 2_3. El fraude científico








«En una profesión en la cual decir la verdad es la primera regla, la mentira no debe tener ningún lugar»[1]






  
En el campo de la sociología, que yo conozca, y aun habiendo investigado un poco para la redacción de este post, no he encontrado ningún caso concreto de fraude científico de grandes dimensiones, aunque me atrevería a decir que, en el ámbito de las Ciencias Humanas y Sociales, son frecuentes ciertos comportamientos poco dignos, tales como omitir citas bibliográficas de trabajos previos de otros autores, la selección deliberada de bibliografía que refuerce la(s) hipótesis de partida, informar parcialmente de un método sin dar los detalles técnicos adecuados para que otros investigadores lo repitan, o  la manipulación estadística de los datos con tal de destacar un fenómeno en la dirección que le interesa al investigador/investigadora y que quizá de otra manera resultaría poco evidente.

Particularmente, en el tiempo de elaboración de la tesis creo que nunca me he encontrado con artículos de los cuales haya extraído algún tipo de extrañamiento. Cierto es que en el plano teórico en el que me muevo es complicado encontrar investigaciones que hayan sido reprobadas como fraudulentas, ya que la construcción del argumento teórico en el campo de la Teoría Sociológica se elabora en buena medida en un diálogo permanente con otras referencias, lo que en cierta manera pone un poco suspenso la pretensión de verdad que tan claramente define a las "ciencias duras". La cuestión no es tanto que un hecho sociológico sea "verdadero" como que pueda ser esgrimido como el resultado de un proceso social e histórico dialéctico y reflexivo, lo que pone en riesgo el proceso de análisis y de sus herramientas, susceptibles siempre de resultar sesgadas o “interesadas”. En este sentido, puede decirse que en el campo de la teoría sociológica el riesgo estaría más cerca del uso intencional de bibliografía, quien puede representar realmente un sesgo científico considerable en mi disciplina (esto es, elegir aquellos discursos que vienen a reforzar lo que yo quiero decir y dejar a un lado aquellos otros que pudieran llegar a poner en cuestión de forma comprometida las hipótesis de partida). Así mismo, si recurrimos a un espacio metodológico más cuantitativo no es difícil encontrar posibles tergiversaciones de los datos, tales como avalar los datos a pesar de que la muestra no sea suficientemente representativa o no esté debidamente clasificada, o dar los resultados por concluyentes a pesar de que el margen de error del ensayo sea considerable, las variables de la investigación no estén debidamente descritas o seleccionadas, o el proceso de análisis de los datos presente zonas oscuras suficientemente llamativas, donde la deducción de las conclusiones no aparezca suficientemente justificada.

Aun así, sí que me gustaría destacar que, en mi pequeña búsqueda de fraudes científicos históricos en el campo de las Ciencias Humanas y Sociales, he encontrado el artículo al que corresponde la cita del comienzo de esta entrada y he de decir que me ha hecho pensar mucho que como ciencia fraudulenta los autores del artículo destaquen que Karl Marx violó uno de los postulados del método científico al formular teorías ("demasiado" absolutizadoras y pretenciosas, por otra parte) sin disponer de los datos suficientes, lo que promovió que «[i]nsensiblemente se [comenzase] a modificar los datos para ajustarlos a la teorías, en vez de las teorías para ajustarlas a las datos"[2]. A raíz de esto, dichos autores (Schulz y Katime, 2003) ponen en suspenso toda la tradición marxista como una tradición verdaderamente científica, una duda que ya Karl Popper, uno de los filósofo de la ciencia  más importantes del siglo XX (y que hemos trabajado en este bloque de la asignatura), quiso sembrar en sus obras La Sociedad Abierta y sus Enemigos (1945) y Miseria del Historicismo (1961). 
  
Por otra parte, no puedo dejar de nominar uno de los casos más significativos de fraude científico en el ámbito de las denominadas ciencias blandas, que fue el protagonizado por el investigador de mercados y psicólogo James Vicary, quien dijo haber observado en sus experimentos que presentar intermitentemente frases subliminales, tales como "Coma palomitas" o “Beba Coca-Cola” en cine o televisión aumentaba las ventas de dichos productos. Su defensa de la eficacia de la “publicidad subliminal” generó un gran revuelo en la sociedad norteamericana de la época, y las empresas quisieron implementar el “método Vicary” para incrementar su porcentaje de ventas. Vicary sostenía que tras los experimentos el consumo de Coca-Cola y de palomitas se habían incrementado en un 18 y un 58 % respectivamente. Sin embargo, el psicólogo nunca llegó a relatar sus procedimientos, ni pudo repetir sus hallazgos. Nunca expuso sus descubrimientos en ninguna publicación especializada, y si le pedían que repitiera el experimento, su equipo fallaba o arrojaba resultados contrarios a los esperados. Tras levantar numerosas sospechas en el campo de la ciencia, en 1962, Vicary admitió que no había investigado lo suficiente y corroboró la falsedad del experimento.

Esta claro que la ciencia, como la práctica mayoría de los ámbitos sociales, no se libra de los comportamientos éticamente reprobables, pero eso no la justifica ni la exonera. La mala praxis, sea cual sea el escenario de nuestras vidas en el que nos hallemos, ha de ser un lugar que evitar a toda costa. La falta de ética no debería ser nunca un lugar deseable. En el sentido epistemológico, considero que el fraude científico perjudica seriamente al progreso del conocimiento y, por ello, me parece importante incidir en que tanto la ciencia, los científicos y las científicas, así como los poderes públicos y privados que precisan de la actividad científica y que tanto poder concentran sobre las dinámicas (formales e informales) del saber deberían desplegar todas las armas a su alcance para parar un proceso que, en las últimas décadas, ha crecido de manera exponencial.

 No son buenos tiempos para la ética.




[1]Schulz, P.C. y Katime, I. (2003) Los Fraudes científicos. Revista Iberoamericana de Polímeros Volumen 4(2), Abril 2003, p. 5; en http://www.ehu.eus/reviberpol/pdf/ABR03/EL%20FRAUDE%20CIENTIFICO.pdf

[2] Schulz, P.C. y Katime, I. (2003) Ibid., p. 35

sábado, 11 de abril de 2020

ABAI 2_2. La caja de pensar







A pesar de que soy socióloga de formación y de que mi trabajo de investigadora se encuentra encuadrado a nivel formal en ese ámbito, el objeto de interés de mi tesis doctoral precisa de un abanico metodológico más amplio. En este sentido, la horquilla teórica abarca campos como la Sociología del Conocimiento, la Historia del Pensamiento Social y de la Filosofía, o la Historia de la Modernidad. Por todo ello, parece lógico que en ese camino de construcción del marco teórico, mi encuentro con el libro de Thomas Kuhn fuera inevitable. Hoy puede decirse que “La Estructura de las Revoluciones Científicas”, obra sobre la que hoy pensamos esta entrada, es uno de los puntales metodológicos de mi tesis.

En la tesis, de algún modo, considero que la ciencia en general, pero fundamentalmente las Ciencias Humanas y Sociales, se hallan en un momento que Kuhn bien podría denominar “de crisis”. Sé que esta afirmación podría resultar osada, y que la propuesta, si es que tuviera alguna trascendencia, podría suponer una pequeñísima aportación en el proceso de resolución del conflicto. No obstante, aprovechando la oportunidad de este espacio más informal y menos rígido que es el blog, voy a hablar del conflicto entre el paradigma androcéntrico y el paradigma no-androcéntrico, el cual lleva ya unos años inundando los debates acerca de los límites del conocimiento en el ámbito de las "ciencias blandas".

Desde hace unas décadas, en consonancia con la progresiva institucionalización del pensamiento feminista de la segunda mitad del siglo XX, a medida que las sociedades de la globalización se fragmentan, las ciencias sociales se consolidan como un campo multiparadigmático y “la mujer” empieza a estar más presente en su papel tanto de objeto como de sujeto del conocimiento, lo que Cesar Tomé describe como la «[…] colección de métodos, fórmulas, reglas, procedimientos y compromisos que gobiernan la investigación científica»[1] comienza a  plantear problemas, de cuyas sombras se desprenden ciertas anomalías, si es que se me permite utilizar la terminología del propio Kuhn para referirme a los desajustes que en estos momentos tienen lugar entre la teoría vigente (que es androcéntrica) y la naturaleza[2] psico-social contemporánea (la cual comienza a interpelarse con bastante urgencia por lo que yo denomino en mi tesis doctoral la “experiencia de mujer”[3] así como por una interpretación de la naturaleza humana y del mundo social más allá del sistema sexo-género).

En este sentido, a medida que emergen problemas sociológicos asociados a esta nueva forma de abordar la realidad que se resisten a ser asimilados por la tecnología característica de la matriz disciplinar, tiempo, como diría el autor, de conflicto, los problemas sociológicos que surgen a partir de la irrupción de esa “experiencia de mujer” se muestran incapaces de ser asumidos por las técnicas del paradigma androcéntrico, cuya lectura de lo humano es una hipóstasis de lo masculino. El estudio de la experiencia humana no puede seguir rigiéndose por el genérico ilustrado en tanto que neutro, porque no es neutro sino masculino y porque legitima una experiencia social jerárquica y asimétrica entre hombres y mujeres. En este escenario, la ciencia social entra en crisis: la “experiencia de ser sujeto” no es capaz de adaptarse a los modelos y teorías masculinas, y en su lugar precisa de respuestas que dicha matriz no está preparada para aportar, pasando a presionar «[…] cada vez más sobre las concepciones androcéntricas vigentes [induciendo] en la misma medida actitudes reflexivas en los medios académicos, tanto en la docencia como en la investigación, así como en los espacios de discusión cultural y sociopolítica»[4].

Porque, ¿dónde están las mujeres en la Historia? ¿Por qué la Historia, aplicada a todas las vertientes de la realidad social (Historia de la Ciencia, Historia del Pensamiento, Historia de la Tecnología, Historia de las Ciudades, Historia Política, Historia Social, Historia de la Filosofía, Historia de la Pintura…) aparece completamente desnuda de protagonistas femeninas así como de espacios, referencias, generalizaciones simbólicas, modelos, valores, ejemplos concretos a la experiencia que se considera específicamente femenina? Son demasiados interrogantes demasiado inquiridores como para no plantearse un conflicto en términos kuhnianos. Si aceptamos que la Historia, en tanto que narración comprensiva y acumulativa del conocimiento sobre la vida humana es más que una disciplina transmisora de hechos y acontecimientos y que en realidad puede ser considerada una herramienta de análisis reflexivo fundamental para la comprensión de los entramados narrativos que permiten analizar desde una visión más global los diferentes espacios de nuestros “yoes” y de nuestras sociedades actuales, resulta inevitable no preguntarse por qué, para la interpelación e interpretación acerca de “lo que hacemos” y “lo que somos”, el “patrón estandarizado” que daría respuesta a dichas preguntas, resulta poco riguroso e insuficiente, ya que pone en el centro de la vida social una concepción de lo humano y del sujeto que en realidad es masculina.  

Por lo tanto, y para resumir. Si “la experiencia de nuestra historia”  (entendiendo una vez la Historia como un movimiento muy amplio que abarca la posible comprensión y explicación de los procesos de construcción social de cualquier hecho en tanto que hecho social así como de la subjetividad individual) posee únicamente una “voz masculina”, y así, el pensamiento social, que se fundamenta en su constitución como episteme en la comprensión histórica de su propio proceso de reflexión, no puede profundizar salvo en aquellas dimensiones sociales de la historia protagonizadas o sufridas por, con y para los hombres, ¿no estamos ante una manera de entender, interpretar y generar el conocimiento social sesgada? Si entendemos que la ciencia, en buena medida, es ciencia por su capacidad de rigor, ¿no sería poco “propio y preciso” continuar aceptando una forma de generar conocimiento social desde la cual el modo de abordar y analizar la realidad social continúe centrando fundos diferenciales de sexo y género, que subordinan, connotan e invisibilizan una parte importante de la narratividad social que reproduce un diferencial sexual excluyente, y que en lugar de ofrecernos una visión global de la vida social y humana, nos limita sobremanera en el ejercicio de una interpretación de la realidad del presente que liga la vida con la vida de “lo masculino”?

No parece descabellado pensar por lo tanto que el paradigma que las Ciencias Sociales mantenían vigente hasta hace poco se encuentra en la actualidad en una situación reflexiva. Tanto los protocolos de análisis como la tecnología resultante de dicha matriz disciplinar androcéntrica resultan incapaces de incorporar y asimilar esas anomalías, que aparecen como zonas oscuras, y que no pueden sostener por más tiempo la realidad que la reivindicación de que “la mujer”, como categoría y agente histórico que no tiene cabida en un paradigma androcéntrico, pone en jaque. En esta línea, no se pueden realizar categorizaciones ni generalizaciones rigurosas sobre la vida social (cuyo proceso es un proceso histórico) sin tener en consideración la diferencia sexual como diferencial analítico y político en los procesos de generación de conocimiento, y considerar que se está haciendo un ejercicio epistemológico serio y riguroso. No se puede decir “en la vida social ocurre esto” si dicho diferencial de género no incorpora como objeto de estudio la realidad específica de hombres y mujeres como realidad desigual.

Dice Kuhn en un momento de su libro que cuando “[…] los científicos adoptan una actitud diferente hacia los paradigmas existentes […] la naturaleza de su investigación cambia”, y que la “[…] proliferación de articulaciones en competencia, la disposición para ensayarlo todo, la expresión del descontento explícito, el recurso a la filosofía y el debate sobre los fundamentos, son síntomas de una transición de la investigación normal a la no-ordinaria”[5]. Me atrevería a decir que todas estas son ya realidades explícitas en buena parte de la actividad científica en el marco del pensamiento social contemporáneo y en el total del pensamiento feminista. Existe un cambio de actitud, otra disposición no sólo a la revisión de las significaciones sociales tradicionales, sino un claro descontento por parte de una buena fracción de la comunidad científica con respecto algunos postulados parciales, así como una permanente apelación a la filosofía de la ciencia, que articula las pertinentes justificaciones sobre los fundamentos del paradigma androcéntrico, en la revisión crítica del discurso ilustrado como proyecto teórico inacabado y núcleo de la epistemología normativa en Occidente. 

Si todo esto es en realidad el resultado de la articulación de una postura alternativa hacia los discursos hegemónicos de las Ciencias Humanas y Sociales, todo el entramado implicaría otra manera de "hacer" ciencia social, esto es, de mirar e interpretar la vida presente, por lo que no parece impertinente plantearnos la posibilidad de hablar de una transición de la investigación normal (androcéntrica) a la no-ordinaria (o no-androcéntrica).





[2] En Kuhn, T. (1971) La Estructura de las Revoluciones Científicas. México: Fondo de Cultura Económico, p. 133.

[3] Cuando hablo de experiencia de mujer, convengo explicar el resultado de un proceso de toma de conciencia histórica como mujer-sujeto, que implica, desde mi punto de vista, una combinación fijada en dos posiciones.

1.        Por un lado, por la dimensión que Françoise Dubet atribuye a las lógicas de acción y actividades cognitivas compartidas que vinculan, a partir de formas diversas, a los individuos con las diferentes dimensiones del sistema.
2.        Y, por otro, por la noción de subjetividad que maneja Teresa De Lauretis para delimitar “la experiencia de la subjetividad femenina”, fijando dicha experiencia, en primer lugar, como una relación entre las mujeres fijada por el discurso compartido y, en segundo, sobre una noción de subjetividad desunida de la noción patriarcal de género.

En este sentido, la teoría de Dubet queda adscrita a la noción que la pensadora Teresa De Lauretis maneja acerca de los vínculos entre individuos, que si bien Dubet define como actividades cognitivas compartidas, De Lauretis establece como semiótica.

Esta relación engancha directamente con el propósito de mi investigación, que no es otro que el de utilizar un análisis del discurso narrativo, en tanto que actividad cognitiva y simbólica compartida, como nexo entre los sujetos como sujetos históricos que necesitan apropiarse de su propia posición como individuos de una realidad concreta. Por tanto, podría indicar que, al menos en parte, la relación de la experiencia femenina con el mundo contemporáneo, con la modernidad y sus derivaciones, parte de un vínculo entre las mujeres como sujetos históricos que encuentra su expresión en el lenguaje. (en Alcoff, L. (2010) Feminismo cultural vs. Post-estructuralismo: la crisis de identidad de la teoría feminista.  Revista Debats nº 76).

Esta determinación resulta que dicha experiencia a la que hago referencia ponga el foco en la agencia del sujeto, huya del esencialismo y sea, en cualquier caso, siempre reflexiva. La experiencia histórica femenina, entonces, sería el resultado de un proceso de relaciones semióticas, el producto de su propia interpretación y de la reconstrucción que hace de su propia historia.

[4] Amorós, C. (1997) Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad. Madrid: Cátedra, p. 26.
[5] Kuhn, T. (1971) Ibid., p. 148.

sábado, 4 de abril de 2020

ABAI 2_1. El papel social de mi tesis






Lamentablemente (o tal vez no, pero al menos en lo personal esto es algo que me produce una profunda tristeza) el impacto social de mi disciplina, la sociología, en general, es muy pequeño. A pesar de ser una disciplina amplia, que puede ser aplicada a cualquier ámbito de la realidad social, la tecnología que deriva de la investigación sociológica no recibe interés social ni aplicación práctica.  Vivimos en un tiempo que por un lado deslegitima el conocimiento generado por las denominadas “ciencias blandas” y que, por otro, premia la idea de que los saberes han de ser una herramienta útil, eficaz y rápida para el desarrollo económico, variables con las que el saber sociológico no acaba de encajar del todo. Por todo ello, creo que a sociología en particular, y las Ciencias Humanas y Sociales en general,  reinan cada vez más en el silencio. 

Antes de abordar el impacto social de mi tesis, quisiera aclarar que las ramas específicas sobre las que he posado mi interés son la Sociología del Conocimiento, la Sociología Histórica y la Sociología de las Relaciones de Género. Diría que las dos primeras son ramas con muy poca repercusión social, pero que, sin embargo, la tercera y última, de un tiempo a esta parte recibe un interés social significativo y provoca un impacto social no desdeñable como consecuencia de los profundos cambios sociales que han tenido lugar en la vida de las mujeres del siglo XXI. 

Así, en cuanto al impacto social de mi tesis, lo más esperable es que sea muy reducido. ¿En la era de la globalización, de la tecnología y la innovación industrial, de las telecomunicaciones, del utilitarismo y la razón práctica… a quién le interesa lo que dijeron unas pocas escritoras de los siglos XIX y XX a través de novelas que no han sido encumbradas como obras fundamentales de la literatura universal? Está claro que el objetivo del proyecto no persigue la rentabilidad, entendida esta en su definición más amplia. No obstante, espero que este trabajo, de alguna manera, sí sea atractivo para los campos de la historia y de la sociología, aunque se trate de unos pocos grupos de investigación relacionados fundamentalmente con la historia del pensamiento feminista.

A este respecto, quisiera contar que en mi tesis, fundamentalmente, trato de realizar una lectura revisionista y reflexiva de los procesos de la Modernidad, intentando aportar una visión alternativa de la experiencia de dicho periodo, algo que me parece importante para reconstruir el relato cultural de Occidente, que se presumiría androcéntrico. Dicho relato de la Modernidad aparece como incompleto, o, mejor dicho, sesgado, donde la presencia de lo femenino o bien se invisibiliza, o bien adquiere, casi de forma sistemática, una valoración en negativo. En este sentido, uno de los objetivos medulares de la investigación sería tratar de aportar valor empírico a la hipótesis de que nuestra experiencia como sujetos sociales occidentales no estará completa si ese relato es eminentemente masculino, con las consiguientes connotaciones que esto le podría suponer a la mirada sociológica en la interpretación de los procesos sociales, no solo del pasado, sino también del presente. Asimismo, considero que la experiencia como mujeres occidentales aparece muy mediada por los significados elaborados desde ese relato masculino cuasi-totalizador de la experiencia de la Modernidad, que genera espacios, referencias y significados que se extienden hasta el presente en forma de heterodesignaciones, las cuales fragmentan, a veces muy dolorosamente, la subjetividad femenina normativa alrededor de la cual tenemos que articular nuestras vidas. Por lo tanto, una revisión del proceso de construcción del imaginario en torno a la mujer moderna en Occidente desde la que establecer un diálogo entre las heterodesignaciones patriarcales y las homodesignaciones reflexivas llevadas a cabo por las literatas, podría proponer ciertas repercusiones psicosociales alternativas que puedan ser asumidas a la hora de construir nuestra identidad individual tanto de hombres como de mujeres (como de otras identidades no adscritas al esquema binario) más allá de la mirada androcéntrica.

Por tanto, a través del trabajo de tesis estaría buscando resaltar que el ejercicio de reflexividad que realizaron estas autoras a las que yo presto atención, poniendo en jaque los dictámenes que la Modernidad establecía como imperturbables a partir de la naturalización del sistema sexo-género [y, de este modo, contradiciéndose a sí misma en lo más elemental de sus estamentos filosóficos, éticos y políticos: "su reivindicación de la razón [cartesiana] como principio regulador de toda la actividad humana" [VV.AA. (2006) Diccionario de Sociología, Madrid: Alianza, p.426)], podría suponer una revisión epistemológica de las heterodesignaciones todavía vigentes y, con ello, del propio marco de pensamiento en vigor en el ámbito de las ciencias humanas y sociales (que no es otro que el de la Ilustración, cuando, sin embargo, ese ejercicio reflexivo de la literatura escrita por mujeres estaría demostrando que el pensamiento ilustrado es en sí mismo un proyecto cultural y filosófico inconcluso e, incluso, “pervertido”).

Quizá es un deseo muy trasnochado, pero me gustaría que por lo menos esta tesis sirviera para visibilizar la presencia de la mujer en la historia moderna de Occidente, tan poco presente en los documentos formales. Del mismo modo, ojalá sirviese para poner en valor la estupenda reflexión sociológica que esas escritoras realizaron acerca del convulso y cambiante tiempo que les tocó vivir, ya que demostraron no solo el apreciable valor de la literatura moderna en la construcción y comprensión de los entramados sociales de la Modernidad occidental, sino que su aportación cultural, escribiendo desde diferentes lugares del mundo pero desde una cosmovisión compartida, podría haber contribuido de manera excepcional a la revisión metafísica, filosófica, ética, política y psicológica del marco de pensamiento dominante en Occidente. Revisión que bien podría considerarse como una característica intrínseca a la propia razón de la Modernidad en tanto que modernidad es "proyecto civilizatorio reflexivo".

Seré una ingenua soñadora, pero ojalá el fundamento de mi tesis (con su vasta labor de documentación literaria como sostén) sirviese para ofrecer un sitio más amable a la mujer como sujeto pero también como agente histórico de la cultura occidental, así como para poner en valor la experiencia femenina en los procesos de construcción del entramado de la Modernidad, entramado que aún hoy sirve de referencia para que la sociología contemporánea mida, comprenda y explique  el comportamiento de los individuos.

Así pues, “¿por qué determinada literatura escrita por mujeres durante las primeras fases de la Modernidad occidental resulta todavía hoy profundamente contemporánea, e incluso estridente?” Pues quizá porque muchos de los elementos de reflexión que esas escritoras pusieron en marcha siguen siendo en la actualidad fundamentales para una adecuada aprehensión de la realidad social, especialmente cuando hablamos de un individuo que todavía sigue construyéndose, y configurando su sentido de la realidad, desde el diálogo entre lo objetivo y lo subjetivo en términos de relaciones sociales en tanto que relaciones de género. O porque la dialéctica reflexiva, como una de las herramientas fundamentales del conocimiento sociológico actual, fue también el ejercicio por el que esas escritoras (confinadas como mujeres en una existencia coercitiva que impedía por completo su desarrollo como sujetos libres y autónomos) verbalizaron su malestar para con su cultura, siendo esa revisión reflexiva, además, la forma en la que el sujeto se entiende, se sitúa y se construye como tal en nuestros contextos contemporáneos. 

Si consigo dar una respuesta minímamente rigurosa a esa pregunta, creo que algo estaré aportando, por muy pequeñito que sea, a las formas actuales de hacer sociología y  de plantearse la disciplina. En esta línea, quisiera decir que el conocimiento sociológico (pero también el social) contemporáneo habrá de ser reflexivo y feminista, o de lo contrario, y eso se pretende subrayar con este trabajo, epistemológicamente, se estará corriendo el riesgo de reverberar los ecos de una forma de hacer ciencia social que deja todavía demasiados interrogantes, relativos a lo más nuclear de la vida de las personas de nuestro tiempo, sin respuesta. 

domingo, 22 de marzo de 2020

7. Más divulgación





Un poco más sobre divulgación





En mi opinión, al público general sí le interesa la ciencia, en especial en aquellas ramas que más tienen que ver con la innovación y el desarrollo tecnológico, quizá, en especial, en los campos de la salud y las comunicaciones, o, dicho de otro modo, en aquellas vertientes que permitan y/o faciliten vivir mejor. En este sentido, me atrevería a decir que el público en general considera que la ciencia tiene que ver fundamentalmente con las cosas que se hacen y se dicen en el ámbito de las “ciencias duras”, y que sí bien le interesa conocer mejor el contexto de pequeños desarrollos -y, en especial, aquellos que pueden encuadrarse dentro del marco del desarrollo tecnológico- aquello que no sabe a experimental no interesa, e incluso incomoda, a pesar de ser también ciencia (por ejemplo, el conocimiento que se desarrolla en el campo de la historia).  

A este aspecto, los medios de comunicación de masas cumplen un papel fundamental, ya que son ellos la plataforma más utilizada por el público generalista para informarse sobre ciencia, excepto en la franja de edad de 15-34 años[1]. Dado que los medios de comunicación funcionan a la luz de muchos intereses comerciales, económicos y políticos, el tipo de conocimiento que trasmiten tiene mucho de conciliador con respecto a los discursos normativos y a su legitimación, excepto en algunos programas específicos sobre divulgación científica, de los que, al menos en España, podemos contar escasos ejemplos. Así, el acceso y la información que la gente tiene acerca de la actividad científica tiende siempre a subrayar procesos amables con los resultados y los campos científicos dominantes que no cuestionan nuestro sistema de vida. Para entender este argumento es muy gráfica la paradoja acerca del gran interés social y mediático que están despertando los procesos del Covid-19 , el cual afecta a todos los habitantes del planeta por igual, entre ellos también a los países más ricos, en comparación con la atención que se le presta desde los medios de comunicación a los procesos del VIH, la cual, al ser una enfermedad que afecta especialmente al continente más pobre del mundo, no recibe una difusión proporcional a su gravedad e incidencia. 

Internet es una herramienta super potente para la divulgación y la expansión científica, pero a la vista de que un grueso nada desdeñable de población, que según las fuentes consultadas tiene un interés elevado por la actividad y los descubrimientos científicos, se informa de todos estos asunto fundamentalmente a través de la televisión, creo que una mayor y mejor presencia de divulgadores en los medios de comunicación de masas más generalistas, así como más programas de divulgación con contenidos científicos más diversos, podría ser muy positivo para que la gente no sólo confíe más en la actividad científica, sino para que la comprenda mejor, e incluso para que ensanche su concepción de lo que es el progreso en el campo del conocimiento. 

Esta difusión, empero, ha de hacerse a través de divulgadores lo más independientes posible, los cuales ofrezcan las garantías éticas suficientes para la apuesta firme de promover más ciencia, un campo que según la “VII Encuesta de Percepción de la Ciencia”arrastra en España, en los últimos años, un interés creciente y significativo. 




[1] Datos extraídos del IX Informe EPSCYT 2018:  «Internet es la primera fuente de información científica para un 40,3% de los ciudadanos (un aumento desde el 37,7% de la encuesta anterior). Pero es la televisión la fuente más consultada cuando se cita más de un medio para estar informado en ciencia, con un 75,7%, frente al 63,4% de internet. Internet supera a la televisión como fuente de información científica entre personas de 15 a 34 años. Además, internet es también la primera fuente de información para quienes demuestran un interés alto por temas científicos y tecnológicos (80,3%), seguida de la televisión (72%). Sin embargo, para quienes manifiestan un interés bajo en temas científicos y tecnológicos, la televisión es la primera fuente de información (78,8%), frente al 38,2% de internet», en https://www.fecyt.es/es/noticia/principales-resultados-de-la-encuesta-de-percepcion-social-de-la-ciencia-2018.

sábado, 21 de marzo de 2020

6. Taller de creatividad




Flujo psicológico (simétrico)




Convertir dos conceptos en algo tangible a partir de una gran cantidad de materiales que se pusieron a nuestra disposición fue la tarea a realizar. En este contexto, dos cartulinas de fondo negro, unos trocitos de papel de colores y un hilo rojo como conector argumental me sirvieron, durante el taller de creatividad que impartió Miren Doiz junto a Cristina y Vanesa de Experimento Limón, el día 13 de febrero, para dar forma concreta a los dos conceptos sobre los que debía trabajar aquel día: “flujo” y “psicológico”. 

Estas cosas tiene a veces el azar, o, quizá, lo que en aquel momento llamé golpe de suerte, fue en realidad un pequeño regalo de la vida en favor de la consolidación de mi propia percepción sobre mi trabajo científico. La cuestión es que dichas circunstancias especiales provocaron con este curioso movimiento que, en un ejercicio creativo que suponía un desafío epistemológico, me tocase la gran fortuna de poder pensar sobre dos de las nociones que conforman parte del núcleo duro, no solo de mi tesis doctoral, sino del campo de investigación en el que vivo encuadrada y, básicamente, de mi propio interés profesional como socióloga.

Así, partiendo de la idea de que el flujo psicológico es una de las circunstancias medulares del individuo contemporáneo en su tarea de construcción y comprensión de su propia identidad, establecí que ese yo, como materialización de ese flujo que a su vez es el centro de la realidad psico-social siempre dinámica de nuestros contextos contemporáneos, debía ser el centro de mi reflexión gráfica. Para su pertinente representación, escogí el hilo rojo como símbolo de ese flujo psicológico que sería el yo, que, en su interior, contiene la idea de la identidad como un elemento que, en nuestro proceso de socialización, es infinito -de ahí que el hilo acabase en el collage más allá del límite del plano de la cartulina-. La comprensión de este conglomerado de elementos, reunidos todos en el collage de colores y formas cambiantes, a mi parecer, explica ciertos procesos imprescindibles para la comprensión y configuración de la sociedad en la actualidad también como un flujo psicológico, tal y como puede apreciarse en la foto de arriba. De esta manera, ese flujo psicológico que es el yo, parte de una estructura negra, la cual representa la estructura social en su precepción más compacta y homogénea, figurada por el espacio en negro. En este sentido, el desarrollo gráfico de ese espacio, que sirve de representación de la estructura social, estructura a la que pertenecemos todos los individuos en tanto que seres sociales, a medida que cada sujeto va instaurando un sentido mayor del yo, siempre enfrentado a la sociedad, va haciéndose cada vez más fragmentada y más diversa, concepción que traté de representar a partir de los recortes de papel y sus colores como metáfora de la heterogeneidad de influencias a las que está expuesta la subjetividad en la actualidad.

A continuación, debíamos intercambiar alguno de nuestros conceptos con los compañeros y las compañeras. Uno de estos conceptos viajó hacia mi derecha (en concreto, el de “flujo”), y desde mi derecha también recibí yo el concepto "simetría". El intercambio de nociones tenía por objetivo integrar nuestra visión del ejercicio en la obra del compañero o compañera, y, una vez más, a mí me tocó un tercer concepto que no me fue difícil ajustar, pues partiendo de la idea de mi trabajo y observando el plano negro que representa la estructura social, no fue muy complejo asumir que la estructura social está compuesta por individuos particulares que, sin embargo, convergen en un orden coherente, en el que la simetría compuesta por los diferentes y diversos “yoes” existentes en las realidades colectivas contribuye a la instauración y reproducción de ese orden, conformando así un conjunto estructurado y homogéneo, que sin embargo es dinámico, variable y transformador.

Espero haber conseguido trasladar aquello que yo vi tan claro. Quizá en la siguiente foto puede entenderse esa idea acerca de la convergencia “flujo+ psicológico+ simetría” desde el deseo sociológico de contar mi propia visión sobre la dialéctica entre el individuo, como un flujo psicológico creativo, y la sociedad como un conglomerado fijo en permanente transformación: esto es, que si la estructura social es una composición compacta de una multiplicidad simétrica de “flujos psicológicos” particulares y diversos, el “yo individual” no es sino el resultado simétrico pero reflexivo de la suma de sus muchas singularidades.



5. Comunicación no formal: la divulgación








La divulgación como actividad científica




Efectivamente hay redes sociales específicas de científicos, tales como Researchgate, aunque realmente yo no hago uso de ninguna de ellas. No podría especificar una razón que sostuviera por qué no tengo un perfil propio, porque la verdad es que, a nivel personal, soy bastante defensora de la divulgación científica, y creo que establecer redes menos rígidas en torno a la actividad científica es positivo prácticamente desde todas sus vertientes, desde el impulso de procesos de difusión de nuevas líneas, productos o publicaciones hasta la propia democratización del conocimiento como un derecho de todos y de todas, no solo de ciertas élites científicas. Como bien se apuntaba en la entrada de presentación de esta tarea, la divulgación es una obligación moral, y en el sentido de que dicha consigna me parece muy acertada, poner el conocimiento, pero también sus procesos de generación y maduración al servicio de cuanta más gente mejor, me parece una vía deseable para la construcción de una sociedad más igualitaria, democrática y reflexiva, más bien al servicio del bien común que de ciertos intereses particulares y políticos. 

En este sentido, parece sensato que, en el pasado, efectivamente, haya dedicado parte de mi tiempo a la divulgación. Participaba en una revista de contenidos generales y me encargaba de llenar una sección que trataba la historia de las mujeres desde una visión alternativa: rescatando protagonistas femeninas cuya contribución a la historia del desarrollo de las artes y la literatura era en cierto modo reseñable y que, sin embargo, no aparecían apenas en los libros generalistas de historia. Era una actividad enriquecedora, por un lado, porque me servía para hacer llegar ciertos conocimientos muy específicos a un público más general y generar curiosidad e interés por ámbito poco representados socialmente. Y, por otro, porque creo que cuando un investigador trata de trasmitir conceptos y realidades complejas a través de un lenguaje más llano, el sentido del conocimiento también se allana, y esto es bueno tanto para el conocimiento como para el investigador.

Insisto, por lo tanto, en que la divulgación es una rama que me gusta mucho, casi más que la comunicación científica formal, quizá por carácter y disposiciones personales, pero, sobre todo, porque considero que la experiencia divulgativa es una parte significativa de la experiencia docente, especialmente de la extra-universitaria, experiencia que me parece que ha de enriquecerse con el mayor número de contenidos divulgativos que puedan engrosar el valor del currículo formal. Creo que eso sería bueno para todos los agentes del ámbito de la educación y la socialización, y, esto, en general, como sociedad, es bueno para todos y todas. 

Además, y con esto termino, quisiera resaltar en esta entrada que, desde una mirada propia de mi disciplina, la sociología, me parece muy interesante aplicar las medidas, los métodos y el propio relato de la actividad divulgativa, ya que a todo el mundo le gusta analizar y discutir sobre la sociedad en la que vive, de modo que, la posibilidad de ofrecer herramientas más reflexivas que contribuyan al análisis de los procesos sociales desde una perspectiva más rigurosa, pero también más crítica, podría ser muy enriquecedor a nivel epistemológico, pero también a nivel psico-social y por qué no, también ético. En ese sentido, soy bastante tendente a defender una sociología más divulgativa que científica, pues considero que “popularizar” cierto contenido ayudaría muchísimo a promover un pensamiento más crítico acerca de algunos lugares de nuestra realidad social.

4. Referencias y gráficas




Las referencias en el documento científico



El correcto uso, pero también la correcta comprensión de las referencias es, en mi caso personal como investigadora, una cuestión de una importancia mayúscula. Es más, me atrevería a decir que la utilización de las mismas es una de las variables más complejas de la tarea científica, así como de la presentación de los resultados, especialmente en el campo de las ciencias humanas y sociales. En mi caso particular, me está exigiendo un esfuerzo muy disciplinado -y prolongado- de cara a la redacción de la tesis. Podría decirse que el rigor de mi argumentación científica radicaría prácticamente en la exhaustiva descripción de las fuentes que he utilizado para elaborar mi disertación, algo que hace todavía más exigente el de por sí ya exigente trabajo de redacción. 

Dicho esto, realicemos el análisis que se nos pide en esta Tarea 4. El artículo científico que he seleccionado para la realización de dicho análisis es el artículo Para una ontología política de la fluidez social: el desbordamiento de los constructivismos, de Fernando García Selgas [1]. Así, se puede decir que, en este artículo, aparecen 40 referencias bibliográficas distintas. Están organizadas alfabéticamente al final del artículo, pero también aparecen, entre paréntesis, en forma de cita, a lo largo del texto, con una media aproximada de unas cuatro citas por página. 

En mi opinión, la existencia de estas referencias queda justificada por la necesidad, por un lado, de aclarar ciertos conceptos, ideas o procesos con una carga filosófica e histórica significativa (algo que es importante reseñar en las disciplinas de las denominadas “ciencias blandas”) y, por otro, por la necesidad de justificar el discurso del propio autor, compuesto por argumentos complejos y multivariantes, a partir de la legitimidad y el rigor que aportan los argumentos de teóricos sociales de primera línea. 

Como los artículos más característicos del ámbito de las ciencias humanas y sociales no suelen seguir de forma demasiado estricta el esquema IMRAD, en mi disciplina es común añadir una sección específica para la presentación de las referencias bibliográficas, especialmente en la actualidad, donde el tipo de referencias se ha diversificado ostensiblemente, pareciendo importante detallar el origen específico de cada fuente. En este sentido, cabe desatacar que la cantidad de bibliografía que se maneja en el campo en el que yo investigo es tal, que, aunque en este artículo no haya sido así, en múltiples ocasiones las referencias aparecen expuestas dentro de un anexo específico.

En el artículo aquí seleccionado las referencias, como tales, se indican en una sección propia al final del mismo, si bien aparecen de forma transversal, en forma de cita, a lo largo de todos los apartados del texto.



[1] García Selgas, F. R. (2003) «Para una ontología política de la fluidez social: el desbordamiento de los constructivismos». En Política y Sociedad, 2003. Vol. 40 Número 1:  27-55.